La importancia de Feminizar el Yoga
Actualmente estamos asistiendo al despertar de lo femenino, a un movimiento que está teniendo lugar a nivel general en el planeta. Somos muchas las personas que sentimos esta llamada, esta nueva ola que llega para sacudirnos tanto como para refrescarnos las conciencias. Una ola que choca de lleno con los diques de la antigua matriz, con las piedras de las antiguas formas de hacer, pero cuya fuerza y constancia nos llena de la esperanza de saber que esos muros serán derribados. La feminización del mundo se hace imprescindible en estos momentos y el yoga es una herramienta que puede ayudar a que esta energía se ancle en la Tierra, teniendo en cuenta que el propio yoga no quedaría fuera de esta feminización.
Cuando hablamos de lo femenino estamos haciendo referencia a una forma de hacer, una energía, una mirada, una forma de relación con el mundo. Lo femenino pretende inspirar más que comparar o decretar, está más pendiente del proceso que de la meta, la forma femenina tiene en cuenta las consecuencias de las acciones, es nutricia e integradora, redonda y circular en lugar de jerárquica, etc. Los seres humanos la hemos buscado y la seguimos buscando como un refugio donde curar nuestras heridas, una cueva sagrada donde poder recogernos y descansar de la hostilidad exterior Lo femenino no es una cuestión de chicas, mujeres o niñas, está presente en todas las personas independientemente de su género, orientación o identidad sexual. Sin embargo, dada la construcción sociocultural, la energía femenina estuvo (y todavía está) sometida y marcada por fuertes sesgos de inferioridad, debilidad, incompetencia. Por lo que para poder ajustarse a la sociedad muchas personas la han escondido, reprimido ocultándola en la sombra y no dándole salida. Pero la ola ha llegado, está llegando, este resurgir que sentimos desde lo más profundo, un despertar de lo femenino que nos hace cuestionarnos los esquemas antiguos.
El hacernos conscientes de este despertar nos lleva a la pregunta: ¿Cómo podemos aportar a este proceso de ecuanimidad? Evidentemente debemos comenzar por nosotras mismas, reconociendo nuestra feminidad, dejando que se exprese desde el interior y poniéndola a vivir. Si alguna vez lo has intentado probablemente te has encontrado con fuertes estructuras internas que lo impiden. Tantos siglos de la antigua matriz han consolidado en nuestro interior muros y limitaciones para evitar que esta fuerza saliese y se expresase. Ideas, creencias, formas de actuar, roles asignados. Todos estos escollos deben ser abrazados inicialmente para posteriormente ser transformados en una forma de hacer diferente. Y cuando decimos diferente nos referimos a totalmente diferente. Formas de hacer que no cumplen con lo establecido previamente, que no se ocupan de la meta, sino del proceso, que no intentan llegar sino disfrutar del camino, formas de hacer donde la consciencia es más importante que lo racional, donde lo intuitivo se entremezcla con el intelecto dando lugar a nuevas realidades hasta ahora inexpresadas. Lo más difícil de todo esto es que no tenemos referencia, o muy pocas, así que debemos encontrarlas dentro.
Es aquí, en esa búsqueda interna donde el Yoga puede aportar grandes herramientas y es nuestra propuesta el poner la práctica al servicio de este bien mayor que en estos momentos de la historia se está dando. Sin embargo, esta disciplina también necesita ser revisada en su práctica. Tengamos en cuenta que, con todo el bien que aporta, está cargada de formas masculinas de acción: jerarquías, rigideces, competitividad, etc. Y se hace imprescindible el adaptarla y amoldarla a una forma Femenina de acción tan necesaria en estos tiempos. Pongamos como ejemplo la práctica de asana. Cuando realizamos asana y la energía masculina está muy presente podemos encontrarnos compitiendo con nosotras mismas o con las demás por querer llegar a un punto, exigiéndonos sin tener en cuenta el momento físico-emocional-mental-espiritual en el que estamos, rechazando lo que hacemos y clasificándolo como bien o mal. Sin embargo, una práctica de asana donde los dos polos estén equilibrados, donde lo femenino ocupe su lugar, vendrá marcada por la aceptación de nuestro momento, por la aspiración a mejorar amando lo que ya tenemos, respetando nuestros procesos y disfrutando del camino sin “tener que” llegar a una meta.
Así que tenemos por delante mucho trabajo que hacer con la alegría de poder y querer hacerlo aportando nuestro granito de arena en estos momentos de la historia. Por un lado, la idea general de feminizar el mundo y por otro lado utilizar las herramientas del Yoga para esta feminización con la responsabilidad de feminizar el propio Yoga.
Ni que decir tiene que este ejercicio conlleva un alto grado de responsabilidad, sinceridad, aspiración y libertad. Nos invita a ir hacia dentro, a escuchar nuestras esencias más profundas y elevadas, encontrando también la fuerza para expresarlas en nuestra vida creando un mundo más abierto justo y ecuánime.