ABRIR ESPACIOS, mi tercer milagro
Quizá, este objetivo y esta sensación, es la que se convirtió para mí en necesaria, adictiva y milagrosa desde que comencé mi práctica de yoga.
En el 2006 tuve mi primer “guantazo de humildad” con mi primer Paschimottanasana mientras seguía un DVD de mi también “primer curso de yoga”
Mientras la chica del DVD marcaba con su cuerpo la forma de un libro perfectamente cerrado, mis neuronas espejo rompieron todos los reflejos y estallaron en caos cuando al inclinar la cabeza hacia delante unos milímetros, toda mi cadena posterior entró al unísono en un calambre eléctrico explosivo. ¡Qué dolor!
Miraba mis muslos como si estuvieran al otro lado del mar, los pies en la otra parte del mundo.
Los espacios por abrir en mi cuerpo eran tan infinitos que ahí es donde creo se abrió el camino y propósito de mi vida sin saberlo.
Ese primer Paschimottanasana “casi traumático”, fue mi segunda asana, la primera fue la que llamo MI PRIMER MILAGRO, Shavasana.
Con la inocencia y curiosidad de una niña estuve un año practicando a diario técnicas de respiración, atención, concentración y dos veces al día diferentes técnicas de relajación, desde visualizaciones sencillas a vivir mi propia muerte.
Estudiaba el cerebro, la mente, la energía. Leía libros sobre otras vidas, la reencarnación, reflexiones de Shivananda, otros “nanda” y maestros de todas las culturas. Subrayaba, alucinaba, confirmaba, quizá recordaba… Acababa de descubrir mi idioma aunque no entendía nada.
Un año tumbada en Shavasana, PRESENTE, respirando…
Sin buscar nada, sólo ahí. Repito, sólo ahí, sin más.
Abriendo espacios y viajando a otros mundos donde desaparecía mi cuerpo. Empecé a VOLAR, sin saber por qué ni para qué.
Cuando comencé mi práctica de asanas ya reconocía en mí; Pranayama, pratyahara, Dharana, Dhyana, la meditación era fácil por si sola…
Tenía 27 años, meses después empecé a impartir mis primeras clases. Surgió natural, orgánico, con sinceridad sobre mi poca experiencia.
Un grupito de mujeres de un pueblo de Badajoz sin muchas más opciones y con mucha apertura y gratitud fueron mis maestras.
Quizá esa fue la semilla de quien soy ahora. Mis dos años en Sahavasana, mi dolor en Paschimottanasana y un pueblo sin opciones que me hizo ser responsable y soberana de mis aprendizajes.
“Lo poco que tengas ofrécelo” nos decía el año pasado el maestro Andrei Ram en Barcelona. Eso hice, ofrecí lo poco que tenía, con humildad y de corazón, y ha florecido como jamás hubiera imaginado. Lo sigo haciendo, hoy a cientos de alumnos.
Desde aquí reconozco y agradezco a esa niña de 26 años, que sola y sin nadie que la acompañara, supo escuchar la guía de su Gurú interno y alinearse con la sabiduría de la Fuente.
Gracias a esa niña que tuvo la voluntad amorosa de mantener el estudio y una práctica meditativa constante y con foco. Gracias a esa niña que no sabía ni por qué ni para qué, pero lo hizo. Un año más tarde lo entendí.
Mamá se quitó la vida. MI SEGUNDO MILAGRO.
Pude observar con ecuanimidad este hecho y sus consecuencias.
Pude aceptar y respetar sin juicio el plan mayor y su decisión terrenal.
Pude acompañarme desde un lugar más amoroso y profundo.
Pude crecer en amor, comprensión, compasión.
Pude sentir el fuego más destructivo en mis entrañas y la tristeza más vacía y profunda en mi corazón.
Pero también sentí el fuego más purificador y liberador ascendiendo como ave fénix hacia una luz cegadora que entraba por mi tercer ojo mientras recibía un tierno abrazo de despedida en otro plano.
Esa liviandad y libertad del cielo que tanto intento enseñar yo la sentí y es el anhelo de mi alma. –ese volver a casa tan nombrado.
Mi primer milagro me llevó a un estado de calma infinita y a otros mundos y realidades, aún lo hace, a otras percepciones, informaciones y certezas.
Mi segundo milagro me acercó al mayor dolor y al mayor AMOR.
Y con perspectiva veo que pude crecer sobre esas semillas llenas de significado.
¿De verdad alguien cree que ese Paschimotanasana “el eléctrico o el perfecto” me ayudaron a transitar el dolor o a crecer en este mundo como profesional?
A los 8 años de descubrir mi primer milagro, y a los 7 del segundo, tras acompañar a más de 18 grupos semanales en diferentes salas, descubrí mi tercer MILAGRO, lo he llamado abrir espacios.
Lo materializo en un concepto palpable: Columpios o telas.
Los columpios o telas son para mí el eslabón perdido. Te acompaño con ellos en grandes viajes fuera y dentro de ti. Sumando.
A veces la vibración y frecuencia de esta expansión a la que me lleva el yoga es tan sutil que es imperceptible a los ojos.
Pero está ahí en los silencios, en las posturas sostenidas, cuando podemos llevar la respiración y la atención a un diminuto espacio y parece que ha entrado el mismo cielo…Sentir plenitud desde el cuerpo.
Cuando descubrí que esa “dosis de cielo dentro de mí” podía ser más y más grande no dudé en implementar el uso de los columpios y telas en mi práctica y enseñanza.
Y no necesito los columpios. Ya tenía más clases de las que podía impartir llenas.
Aprendí estos viajes con mi primer milagro, ya te lo he contado. No necesito nada. Ni bloques, ni cinturones, ni bolsters, ni títulos certificados. Sólo cerrar los ojos y sentir. Guiar con amor y respeto.
No necesites nada, es mi humilde consejo.
A veces pienso que yo no elegí, que mi propósito me eligió a mí. Que el yoga te elige en cualquiera de los estilos o de sus partes según necesites y según el plan superior. No hay que forzarlo, es tan grande que no da una vida para todo.
Soy humilde para entender la grandeza de este océano, y me siento plena con la gota que se me ha desvelado.
Yo sólo te acompaño a abrir tus alas, que no son más que la expresión de tu propia luz, a que sientas en el cuerpo la expansión, a que sientas en tu mente las infinitas posibilidades y el ser tan único que eres, a que sientas tus cuerpos sutiles tan grandes que se fusionan con los elementos, con el universo, con la Fuente, con Brahman, porque eso eres…
Los columpios y otras herramientas me ayudan en este viaje. Todo lo uso de forma sagrada, respetada, con un propósito e intención elevados. Como deberíamos caminar por la vida.
Y esto para mí, es yoga, puro movimiento y puro silencio en expansión.
En todos los cuerpos y en todas las dimensiones, visibles y no visibles, palpables y no palpables. Sin usar nada o usando todo. Sin necesidad de nada.
Y he descubierto otro cielo, un cuarto milagro. Es algo que se está despertando y desvelando dentro y fuera de mi como un bálsamo sanador.
Una frecuencia invisible, nuevos espacios abriéndose y nuevos vuelos.
Cantar es mi nueva llave de vuelta a casa….
¿Cuáles son tus milagros?